Aunque pueda parecer una invasión de su privacidad, es cierto que un ISP almacena las búsquedas de su navegador. Pero, en realidad, si hay algo que puede considerarse una ilusión hoy en día, es la idea de la privacidad, especialmente cuando se trata del mundo online.
Claro, siempre podemos recurrir a las VPN u otras herramientas orientadas a la privacidad y pensar en cómo meten nuestro ordenador en una burbuja, pero este ejercicio es inútil dado que la mayoría de la gente comparte voluntariamente cada pequeño aspecto de su vida en las redes sociales.
Dicho esto, la idea de que los proveedores de servicios de Internet almacenen datos tan personales como los que se comparten es un tema complejo que difiere de un país a otro.
En EE.UU. se pueden emitir órdenes judiciales a los ISP que exigen la entrega de datos de ciertas direcciones IP asociadas a actividades ilegales, por lo que estas empresas tienen que mantener una reserva de registros durante diferentes periodos de tiempo.
No son sólo las cuestiones legales las que motivan a los ISP a recopilar los registros del historial de navegación, ya que el negocio está siempre en primer plano; los ISP obtienen beneficios de la venta de esos registros a empresas de marketing que están interesadas en bombardear a los usuarios con anuncios dirigidos.
Aunque mucha gente lo considera una práctica vergonzosa, no es diferente de lo que Facebook o Google llevan haciendo desde hace años.
Sinceramente, hablar de los ISP que recopilan datos de los clientes y no mencionar a estas gigantescas empresas de medios de comunicación simplemente no tiene sentido, ya que estas dos saben más sobre sus usuarios que cualquier ISP.
No son sólo ellos, obviamente, sino que, entre otras cosas, Google y Facebook agregan datos demográficos y las preferencias que uno demuestra en su perfil. A su vez, ofrecen a los anunciantes las audiencias más deseables y pagan un buen dinero por esa información.
Evitar la pregunta
Desgraciadamente, para salir por completo de este círculo vicioso hay que tomar algunas medidas drásticas, como dejar de usar Internet, los teléfonos inteligentes y similares, lo que para la mayoría de nosotros es simplemente imposible por razones personales y profesionales.
Sin embargo, hay otros métodos que ciertamente ayudan a recuperar la poca privacidad que aún nos queda.
El primero es recurrir a las VPN, preferiblemente las extranjeras, ya que éstas no obedecen las leyes más restrictivas de recogida de datos y pueden ofrecer de forma fiable políticas de no registro.
Además, encriptan tu conexión y hacen imposible que tu proveedor de servicios de Internet vea más allá de que estás usando una herramienta de este tipo, por no mencionar que aportan la ventaja adicional de eludir las restricciones geográficas en línea y, a veces, incluso los bloqueadores de anuncios.
También hay otros procedimientos que se pueden adoptar para una experiencia online menos pública. Utilizar motores de búsqueda más seguros que Google, por ejemplo, ya es una buena forma de evitar que se supervise cada paso, al igual que borrar tu presencia en las redes sociales.
Si no hay nada más, esto último al menos detendrá el impulso de publicar voluntariamente tus gustos, disgustos y prácticamente cada segundo de tu vida para que los anunciantes ávidos de datos los recopilen.